RSS

Archivo de la etiqueta: virreinato

El perfil de los primeros pobladores de esta zona

La fundación de Gualeguaychú no fue en el estilo convencional, ya que en estos parajes no hubo que importar la población. Lo que hizo Tomás de Rocamora, en realidad, fue organizar la vida de vecinos que ya estaban aquí.

Lo que hizo el militar nicaragüense, aquel 18 de octubre de 1783, formó parte de una estrategia tendiente a incrementar la presencia del Estado colonial en la región.

La fundación de la villa local, junto con las de Gualeguay y Arroyo de la China, obedecía a una decisión de la administración borbónica de defender la frontera hispánica, frente a la amenaza lusitana, a través de la organización humana del espacio en el sur entrerriano.

Pero el dato histórico es que esta zona ya estaba habitada por población blanca, además de la presencia aborigen en el territorio. El proceso de colonización hispano-criolla en esta zona se había iniciado en la segunda mitad del siglo XVIII.

Los campos fértiles, las aguadas y el clima benévolo, eran condiciones propicias para el asentamiento de los pobladores, sobre todo de aquellos que perseguían mejor suerte.

Tres corrientes pobladoras llegaron a este medio geográfico luego de la campaña que exterminó al aborigen, alrededor de 1750. Arribaron desde la Bajada del Paraná, Yapeyú (Misiones) y Buenos Aires.

“Aunque llegan prácticamente a un mismo tiempo, sus componentes difieren en cuanto a: número, características sociales y finalidades que motivaron su radicación”, se lee en el libro “De Gualeguaychú y su historia” (1983).

Allí se cuenta que el flujo poblacional proveniente de Misiones aportó familias de origen guaraní convertidas al catolicismo. Esta corriente se intensificó a partir de la expulsión de los jesuitas en 1767.

En cuanto a los pobladores que arribaron desde la Bajada del Paraná y Santa Fe, se trató de un aporte humano abundante, aunque de limitados recursos económicos. Buscaban establecerse para trabajar explotando el monte y por eso se situaron a la orilla de ríos y arroyos.

Con la tercera corriente migratoria vinieron los futuros terratenientes. En efecto, aunque menor en número, estaba formada por hombres de fortuna y buenas relaciones con el gobierno virreinal.

Gracias a su posición económica, este grupo adquirió grandes cantidades de tierra a muy bajo precio. Y aunque algunos las mantuvieron improductivas, otros se dedicaron a la explotación de cal, de conchilla de los ríos y al desarrollo pecuario.

Según cuentan los historiadores, esta procedencia poblacional disímil sería foco de conflicto en torno, sobre todo, a los litigios por la posesión de la tierra.

Primero el obispo Sebastián Malvar y Pintos y luego el propio Tomás de Rocamora se encontraron con el mismo problema: una convivencia alterada por el choque de intereses entre latifundistas y labradores.

Como sea, es posible rastrear en estos pobladores una marca idiosincrática que se transmitió a los guleguaychuenses: el engrandecimiento por el propio esfuerzo.

Los habitantes que estaban dispersos en esta geografía, antes de la llegada de Rocamora, debían sobrevivir en plena orfandad, librados a la buena de Dios, lejos de la protección de la corona española.

En ese núcleo poblacional originario ya latía un rasgo societario consistente en arreglárselas por las suyas. Desde el origen, por tanto, se forjó un carácter característico determinando por el medio en que se vivía.

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 23/10/2022 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , ,

Los acontecimientos que precipitaron la Independencia

Hay cierto consenso historiográfico respecto de que la declaración de la Independencia argentina, dictada por un Congreso el 9 de julio de 1816, fue el corolario de la Revolución de Mayo de 1810 y de la Asamblea del Año XIII.

Se parte del supuesto de que hay una perfecta continuidad en estos hechos históricos, porque la idea que los atravesó fue siempre la misma: la ruptura con la dominación española y la formación de un Estado-Nación.

Los revolucionarios de 1810, que proclamaron un “gobierno propio”, tenían ese propósito pero hacia afuera decían que pretendían defender a España y a su rey, Fernando VII, contra la invasión de Napoleón.

Se vieron obligados a utilizar la “Máscara de Fernando VII” por dos factores: uno interno y otro externo. En el ámbito interno, tuvo el propósito de no chocar con una parte de la sociedad que no quería cambios bruscos.

En el aspecto externo, se trató de obtener la neutralidad de las potencias europeas (Gran Bretaña, por caso), para las que, en ese momento, el objetivo prioritario era la guerra contra Napoleón, por lo que no podían enemistarse con España que era su aliada.

Algunos historiadores sostienen que la independencia argentina operó en la práctica en la Asamblea del año 1813, cuando proclamó que sus diputados eran los representantes de las provincias que se declaraban libres y unidas del Río de la Plata, que en ella residía la representación de la soberanía del pueblo y que su instalación tenía como fin dictar una constitución.

Durante todo su desarrollo, esa Asamblea adoptó decisiones que implicaban la declaración independentista. Por ejemplo, aprobó el Himno Nacional, en el que se proclama la más amplia soberanía y la ruptura con España.

Así lo decían algunas de sus estrofas: “Se levanta en la faz de la tierra / una nueva gloriosa nación (…) y a sus plantas rendido un león (…)”. “En los fieros tiranos la envidia / escupió su pestífera hiel”. “Su estandarte sangriento levantan / provocando a la lid más cruel (…)”. “¿No los veis sobre México y Quito / arrojarse con saña tenaz? / ¿Y cuál lloran, bañados en sangre / Potosí, Cochabamba, y La Paz? / ¿No los veis sobre el triste Caracas / luto, y llanto, y muerte esparcir? / ¿No los veis devorando cual fieras / todo pueblo que logran rendir? (…)”. “Y con brazos robustos desgarran / al ibérico altivo león (…)”.

En marzo de 1816 la revolución Americana parecía perdida. Napoleón había sido definitivamente derrotado, se constituyó la Santa Alianza y volvió el absolutismo a la vieja Europa.

Fernando VII regresó al trono de España, derogó la Constitución liberal de Cádiz de 1812 y pidió la cabeza de los líderes de los movimientos emancipadores de América. El rey español envió una flota de más de 20.000 hombres para recuperar las colonias en esta parte del mundo.

Aquí Gervasio Artigas controlaba una cuarta parte del territorio nacional y el ejército portugués dirigido por el general Lecor avanzaba sobre la Banda Oriental.

Pese a la gravedad de la situación, desde que comenzó a sesionar el Congreso de Tucumán en 1816, la decisión de declarar la independencia, abierta y claramente, se tornó más fuerte.

El día 9 de julio de 1816, bajo la presidencia de Francisco Narciso Laprida, diputado por San Juan, se trató la cuestión. De esta manera, se hizo explícita una independencia que ya existía de hecho desde mayo de 1810. Y eso era lo que estaba esperando el general José de San Martín, para acometer su campaña libertadora.

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 09/07/2022 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , ,

El vacío de poder que alentó el autogobierno americano

Los historiadores coinciden en señalar que el cambio de monarca en el trono español, a principios del siglo XIX, fomentó los movimientos de independencia en las colonias, como ocurrió en estas pampas a partir de los sucesos de Mayo de 1810.

Todo comenzó con la invasión a España del francés Napoleón Bonaparte, lo que obligó al rey Carlos IV y a su hijo, Fernando VII, a abdicar en favor del hermano de Napoleón, José, que más tarde se convertiría en José I de España.

Esto generó un vacío de poder en el Imperio español en América. Varias juntas administrativas de las colonias se negaron a recibir órdenes de Napoleón y se mostraron fieles a su autonomía y a Fernando VII.

Sin embargo, cuando el monarca español recobró su trono, intentó usar la fuerza para restablecer la sumisión de las colonias.

Pero la mayor experiencia de autogobierno madurada por los criollos, la política discriminatoria hacia ellos por parte de la Corona Española y los ideales iluministas popularizados por las revoluciones americana y francesa atizaron las rebeliones y, entre 1809 a 1826, se libraron a lo largo del continente americano las sangrientas guerras de independencia.

El dato es que el cambio de monarca en el trono español fomentó los movimientos de independencia en las colonias. En el Río de la Plata, el 25 de mayo de 1810 un gobierno formado por criollos tomó el poder alegando la acefalia en la metrópoli.

En efecto, tras la invasión en 1808 de Napoleón Bonaparte a España, y la disolución de la Junta Central de Sevilla al año siguiente, los criollos de Buenos Aires se movilizaron y le exigieron al por entonces virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros que convocara a una reunión extraordinaria de vecinos.

El 22 de mayo de 1810, más de 250 personas se congregaron en un Cabildo Abierto y decidieron dejar sin efecto la autoridad competente de Cisneros como virrey.

Dos días más tarde, el 24 de mayo se gestó un primer intento de Junta de Gobierno, pero con mayoría de ciudadanos españoles y el ex virrey como presidente de la Asamblea.

La mañana del 25, un grupo de criollos revolucionarios se presentó ante la Junta y exigió, ante una colmada Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo), la renuncia de Cisneros y la conformación de una nueva administración: así nació la Primera Junta, integrada en su mayoría por nacidos en el virreinato del Río de La Plata.

En el resto de la América española ocurrieron fenómenos de rebeldía parecidos. Y todos estuvieron alentados por las elites locales nacidas en las colonias, los así llamados “criollos” (grandes propietarios de tierras, arrendatarios de minas, comerciantes, ganaderos y militares), que eran despreciados por los nacidos en España, los Peninsulares.

En el caso del Río de la Plata, la investigación histórica reciente acuerda que Mayo no fue la respuesta política de una nación originaria que encuentra la coyuntura para cortar los lazos coloniales.

No marcó la consumación de un proyecto revolucionario previamente elaborado, y no marcó tampoco el momento del logro de la independencia. Más bien, el 25 de Mayo debe leerse como el inicio de un gobierno formado por criollos y su valor radica en señalar el fin del antiguo régimen en estas tierras.

Y el detonante de todo fue la crisis de la monarquía hispánica, iniciada en 1808, por la desaparición de la figura del rey (Fernando VII), produjo un terremoto en todo el ámbito del Imperio Español a ambos lados del Atlántico.

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 29/05/2022 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , , ,

El bautismo de fuego de San Martín en San Lorenzo

Hoy (3 de febrero) se celebra un nuevo aniversario de la primera victoria militar de San Martín al mando del cuerpo de granaderos a caballo, en la localidad santafesina de San Lorenzo, cerca del convento de San Carlos.

El 3 de febrero de 1813, en efecto, fue el bautismo de fuego exitoso que duró algo menos de media hora, gracias al cual se detuvo el avance realista sobre el territorio.

Fue esta la única batalla que libró San Martín en suelo nacional y un ícono de la emancipación americana. La misma, marca el inicio de la lucha por la Independencia a su mando.

Por aquellos días, Buenos Aires necesitaba resolver el peligro que significaba la flota realista apostada en  Montevideo. El entonces Coronel  San Martín había recibido la orden de frenar las incursiones enemigas con su tropa recién formada.

Contaba con la información de que tropas realistas pretendían desembarcar en las costas cercanas a Rosario. De este modo se preparó para atacar por dos frentes.

Por ese entonces, Montevideo había sido declarada por España como capital provisional del Virreinato del Río de la Plata, funcionando como principal base naval española en el Atlántico Sur tras la pérdida de Buenos Aires.

Por tierra, el camino estaba sitiado por el ejército de José Rondeau, al que luego sumó las tropas de José Gervasio Artigas. Ante esta situación, el único camino que tenían las fuerzas realistas era internarse en el río Paraná con el objetivo de abastecerse mediante el saqueo de localidades costeras.

Es así como a primera hora del día 3 de febrero, y luego de una parada en la posta del Espinillo para cambiar la cuadrilla agotada, los granaderos al mando de San Martín llegaron al Convento San Carlos, donde permanecieron ocultos.

El terreno que separaba al monasterio del río era una planicie perfecta para una carga de caballería. Una vez producido el desembarco, los granaderos, divididos en dos columnas, se precipitaron sobre el enemigo provocando la inmediata huida.

Una de las columnas estuvo al mando del capitán Bermúdez (quien murió en el combate) y la otra la condujo el propio San Martín, quien por poco muere al quedar aprisionado bajo su caballo herido. Lo salvaron los granaderos Baigorria y Cabral.

La acción tuvo importantes consecuencias: desde ese día hubo muy pocas incursiones navales realistas por los ríos interiores, y sus barcos, por lo general, quedaron inactivos en el puerto de Montevideo.

Además, los granaderos incautaron 2 cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas y 1 bandera. Fue la primera y última batalla librada por San Martín en nuestro actual territorio.

“El valor e intrepidez que han manifestado la oficialidad y tropa de mi mando los hace acreedores a los respetos de la patria, y atenciones de V.E”. Eso destacó el mismo San Martín en su parte de batalla.

“Febo asoma, ya sus rayos, / Iluminan el histórico convento./ Tras los muros, sordos ruidos/ Oír se dejan de corceles y de acero./  Son las huestes que prepara/ San Martín para luchar en San Lorenzo/ El clarín estridente sonó/ Y a la voz del gran jefe, a la carga ordenó”.

Esas son las primeras estrofas de la célebre Marcha de San Lorenzo, que se escucha invariablemente en actos escolares y militares de la Argentina y que se refiere justamente al glorioso combate.

La letra fue escrita por Carlos Benielli, seis años después del combate, y la música fue compuesta por Cayetano Silva en 1901. Es una de las marchas militares más famosas del mundo.

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 06/02/2022 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , , , ,

El mentor ideológico de la fundación de la villa

Aunque no fue el ejecutor material de la fundación de Gualeguaychú, al obispo Sebastián Malvar y Pinto le cabe el título de inspirador intelectual. Su gestión preparó la acción posterior de Tomás de Rocamora.

La aparición de Malvar y Pinto en estas tierras formó parte de una estrategia decidida en la corte del rey Carlos III, quien estaba empeñado en fortalecer las posesiones españolas en América frente a la amenaza portuguesa.

De hecho el obispo llega dos años después de la creación del Virreinato del Río de la Plata, constituido en 1776 para organizar, bajo una dirección unificada, la defensa de las fronteras.

Tras visitar diversos partidos de la Banda Oriental, desde Santo Domingo de Soriano cruza a Gualeguaychú, donde a fines de 1779 inspecciona la capilla pública alrededor de la cual se asentaban unas pocas familias.

Esto le permite al sacerdote conocer la precaria situación de estos habitantes y el grave problema que enfrentaba a los pequeños propietarios con los grandes terratenientes que querían expulsarlos de sus campos.

El obispo, que pertenecía a la orden franciscana, concibe la idea de elevar el estatus eclesiástico de la capilla, convirtiéndola en parroquia. Idéntico temperamento adopta para los otros poblados entrerrianos que visita: Gualeguay y Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay).

La idea que había detrás no era sólo religiosa: la existencia de parroquias era una manera de organizar políticamente el espacio. Abría la alternativa para que los vecinos poseyeran parcelas de terreno en el poblado, lo que era un modo primario de urbanizar, descomprimiendo la disputa entablada por el acceso a la tierra.

“Las capillas serán parroquias y junto a las parroquias nacerán villas”. En esta frase del fraile franciscano está contenida toda la alta política de España para esta zona, en el último tramo del siglo XVIII.

Así, en junio de 1780 el obispo Malvar y Pinto pide al virrey que erija parroquias en los tres lugares mencionados (Gualeguaychú, Gualeguay y Arroyo de la China), lo que fue autorizado el 3 de julio de ese año.

La parroquia de San José de Gualeguaychú fue instalada el 2 de marzo de 1781 y abarcaba el territorio entre los ríos Gualeguay y Gualeguaychú.

Algunos historiadores resaltan el hecho de que en este caso la organización del territorio siguió una lógica inversa a la de otras latitudes, ya que las jurisdicciones parroquiales precedieron a la fundación de las villas.

Aquí radica el carácter de mentor ideológico de Malvar y Pinto: concibió con antelación la plantificación que haría Tomas de Rocamora, dos años después, el 18 de octubre de 1783. Con lo cual bien podría concluirse que ambos son   co-fundadores de Gualeguaychú.

Se sabe que el religioso era uno de los más eminentes miembros de la orden de los Franciscanos en España, con importantes vinculaciones en la Corte de Madrid.

Malvar y Pinto no fue un clérigo más, con determinada dignidad eclesiástica. También hacía las veces de funcionario político de alta jerarquía en la estructura de poder de la monarquía española.

Y esto en virtud del Real Patronato, un conjunto de privilegios y facultades especiales que los Papas concedieron a los Reyes de España y Portugal, a cambio de que éstos apoyaran la evangelización y el establecimiento de la Iglesia en América.

El Patronato hizo de la Iglesia del Nuevo Mundo, desde el punto de vista administrativo, una especie de dependencia de la Corona española en América.

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 23/10/2021 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , ,

Las nuevas ideas de libertad que inspiraron la revolución

El proceso revolucionario rioplatense -como todos los acontecimientos históricos de envergadura- halló inspiración en un contexto intelectual donde dominaba el ideario libertario.

Los criollos que decidieron hacerse cargo del gobierno en 1810 estaban imbuidos de un pensamiento que circulaba con fuerza en Occidente, y que en otras latitudes ya había desestabilizado los poderes fácticos.

El antecedente cultural que facilitó un cambio en el curso de la historia en el Virreinato del Río de la Plata y en el conjunto de los dominios españoles en América, empalma con un derrumbe de la teoría del derecho divino de los reyes.

Esta teoría postulaba que el monarca era fuente de toda ley y estaba por encima de todo derecho pues era elegido directamente por Dios. Este era el fundamento de los gobiernos absolutistas y autoritarios de la época.

La reacción intelectual ecuménica contra el orden monárquico y los poderes absolutos se había incubado a mediados del siglo XVIII, considerado el Siglo de las Luces.

Los historiadores aseguran que ya se detectaba en toda Europa un hartazgo popular ante las arbitrariedades del sistema absolutista, y las nuevas ideas libertarias no hicieron más que apurar la caída del régimen.

El iluminismo francés, cuyo exponente máximo fue Jean-Jacques Rousseau, autor del célebre “Contrato Social”, postuló que el soberano es la colectividad.

Esta idea estuvo detrás de la Revolución Francesa de 1789, en la cual una asamblea popular finalizó con siglos de monarquía absoluta. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cuyos principios eran “liberté, egalité, fraternité” (en español: “libertad, igualdad, fraternidad”) tuvo una gran repercusión entre los jóvenes de la burguesía criolla.

Pero la serie de acontecimientos ocurridos en mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Aires, por aquel entonces capital del Virreinato del Río de la Plata, una dependencia colonial de España, tienen un antecedente todavía anterior.

En efecto, la declaración de independencia de los Estados Unidos de su metrópoli inglesa en 1776 sirvió como ejemplo para los criollos del cono sur de que una revolución y la independencia eran posibles.

La Constitución estadounidense, además, proclamaba que todos los hombres eran iguales ante la ley (aunque, por entonces, dicha proclamación no alcanzaba a los esclavos) defendía los derechos de propiedad y libertad y establecía un sistema de gobierno republicano.

Aunque la difusión de dichas ideas estaba muy restringida en los territorios españoles, pues no se permitía el ingreso de libros no autorizados a través de las aduanas, igualmente se difundían en forma clandestina.

Como sea, las ideas de libertad política estaban presentes incluso en el ámbito eclesiástico español. El sacerdote jesuita Francisco Suárez –teólogo que vivió entre 1548 y 1617– había cuestionado ya el concepto del derecho divino de los reyes.

El suarismo sostenía que el poder político no pasa de Dios al gobernante en forma directa sino por intermedio del pueblo. El poder, por tanto, reside en el pueblo, quien lo delega en hombres que manejan el Estado.

Si dichos gobernantes no ejercieran apropiadamente su función de gerentes del bien común se transformarían en tiranos y el pueblo tendría el derecho de derrocarlos o enfrentarlos, y establecer nuevos gobernantes.

Esta concepción se enseñaba en las universidades creadas por España en América, adonde estudiaron muchos de los próceres de Mayo.

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 29/05/2021 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , , ,

Lo sucedido en la crucial Semana de Mayo de 1810

Cada uno de los hechos que sucedieron entre el 18 y el 25 de mayo de aquel célebre 1810, que desembocaron en la constitución del primer gobierno patrio, fueron claves en la construcción de la historia argentina.

Si bien la Revolución de Mayo se conmemora el día 25 de este mes, la gesta no es de un día. Más bien fue el corolario de una serie de hechos revolucionarios concentrados en lo que dura una semana, en la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, dependiente del rey de España.

La Semana de Mayo, el punto inicial de un proceso independentista que llevaría su tiempo pero se concretaría seis años después, el 9 de julio de 1816, comenzó el 18 y concluyó el 25.

La historia se desencadenó a partir de la invasión francesa de España, cuyo rey Fernando VII fue depuesto y su lugar fue ocupado por el francés José Bonaparte.

El virreinato español del Río de la Plata era gobernado por el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien alarmado por las noticias que llegaban de España, le pidió al pueblo a través de una proclama que se mantuviera fiel al rey de España.

Eso ocurrió el 18 de mayo, cuando Cisneros hizo leer por los pregoneros (porque la mayoría de la población no sabía ni leer ni escribir) una proclama que comenzaba diciendo: “A los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires”.

El virrey advertía que “en el desgraciado caso de una total pérdida de la península, y falta del Supremo Gobierno” él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando VII.

Un grupo de criollos, que aspiraba a lograr la autonomía política, analizó la coyuntura como favorable a sus intenciones. Fue entonces que el 19 de mayo reclamó la organización sin ningún tipo de trabas de un Cabildo Abierto para tratar la situación y analizar los pasos a seguir.

Al otro día, el 20 de mayo, el virrey Cisneros recibió a funcionarios del Cabildo, jefes militares y criollos, con quienes trató la convocatoria del Cabildo Abierto. El 21 de mayo ese Cabildo tomó forma y anunció que se reuniría al día siguiente y que necesitaba contar con el apoyo de los principales vecinos.

Fue así que el 22 de mayo, tras largas largos discursos y más extensas discusiones, las autoridades del Cabildo decidieron que era tiempo de que el virrey abandonara el poder.

Pero el 23 de mayo el Cabildo formó una Junta de Gobierno y puso a Cisneros como presidente, decisión que no fue bien recibida por los demás.

El 24 de mayo, cundió el malestar en las calles de Buenos Aires por la reposición de Cisneros. Se protestó hasta conseguir la renuncia de todos los miembros de la Junta.

Fue así que el 25 de mayo los criollos, reunidos en la Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo) esperaron las novedades del día al grito de: “El pueblo quiere saber de qué se trata”.

Ese día, 211 años atrás, los cabildantes reconocieron la autoridad de la Junta Revolucionaria y formaron de esta manera el primer gobierno patrio.

La Primera Junta de gobierno fue conformada de este modo: Cornelio Saavedra (presidente); Juan José Paso y Mariano Moreno (secretarios);
Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea (vocales).

©  El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 19/05/2021 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , , ,

Qué pasó durante la semana de Mayo de 1810

Entre el 18 y el 25 de mayo de 1810 se sucedieron una serie de eventos políticos que dieron inicio al proceso de surgimiento del Estado Argentino; un período que se recuerda como la Semana de Mayo.

Si bien la Revolución de Mayo se conmemora el día 25 de este mes, la gesta no es de un día. Más bien fue el corolario de una serie de hechos revolucionarios concentrados en lo que dura una semana, en la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, dependiente del rey de España.

La Semana de Mayo, el punto inicial de un proceso independentista que llevaría su tiempo pero se concretaría seis años después -el 9 de julio de 1816-, comenzó el 18 y concluyó el 25.

La historia se desencadenó a partir de la invasión francesa de España, cuyo rey Fernando VII fue depuesto y su lugar fue ocupado por el francés José Bonaparte.

El virreinato español del Río de la Plata era gobernado por el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien alarmado por las noticias que llegaban de España, le pidió al pueblo a través de una proclama que se mantuviera fiel al rey de España.

Eso ocurrió el 18 de mayo, cuando Cisneros hizo leer por los pregoneros (porque la mayoría de la población no sabía ni leer ni escribir) una proclama que comenzaba diciendo: “A los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires”.

El virrey advertía que “en el desgraciado caso de una total pérdida de la península, y falta del Supremo Gobierno” él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando VII.

Un grupo de criollos, que aspiraba a la autonomía política, analizó la coyuntura política como favorable a sus intenciones. Fue entonces que el 19 de mayo reclamó la organización sin ningún tipo de trabas de un Cabildo Abierto para tratar la situación y analizar los pasos a seguir.

Al otro día, el 20 de mayo, el virrey Cisneros recibió a funcionarios del Cabildo, jefes militares y criollos, con quienes trató la convocatoria del Cabildo Abierto. El 21 de mayo ese Cabildo tomó forma y anunció que se reuniría al día siguiente y que necesitaba contar con el apoyo de los principales vecinos.

Fue así que el 22 de mayo, tras largas largos discursos y más extensas discusiones, las autoridades del Cabildo decidieron que era tiempo de que el virrey abandonara el poder.

Pero el 23 de mayo el Cabildo formó una Junta de Gobierno y puso a Cisneros como presidente, decisión que no fue bien recibida por los demás.

El 24 de mayo, cundió el malestar en las calles de Buenos Aires por la reposición de Cisneros. Se protestó hasta conseguir la renuncia de todos los miembros de la Junta.

Fue así que el 25 de mayo los criollos, reunidos en la Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo) esperaron las novedades del día al grito de: “El pueblo quiere saber de qué se trata”.

Ese día, hace 210 años, los cabildantes reconocieron la autoridad de la Junta Revolucionaria y formaron de esta manera el primer gobierno patrio.

La Primera Junta de gobierno fue conformada de este modo: Cornelio Saavedra (presidente); Juan José Paso y Mariano Moreno (secretarios); Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea (vocales).

 

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 24/05/2020 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , ,

Aniversario de la creación del Virreinato del Río de la Plata

Hoy (1 de agosto) se cumplen 243 años de la creación del Virreinato del Río de la Plata, que tuvo vigencia por 34 años, hasta que en 1810 se llevó a cabo la Revolución de Mayo, que terminó aboliendo en estas latitudes el dominio del imperio español.

Fue la amenaza lusitana una de las razones de peso que decidió al monarca español Carlos III a crear el Virreinato el 1 de agosto en 1776. Se trataba de instalar un centro político-militar capaz de movilizarse con eficacia ante cualquier alternativa tendiente a menoscabar el poder español.

La corona de España resolvió ese año nombrar como primer virrey a Pedro de Cevallos, teniente general de los Ejércitos de la monarquía, quien salió de España con una expedición militar para contener y expulsar a los portugueses del territorio.

Hay que pensar que la ocupación efectiva de Entre Ríos, mediante la fundación de villas y el aumento de la presencia militar, se entiende a partir de esta geopolítica defensiva española contra Portugal.

El virrey Juan José de Vértiz y Salcedo llevó luego adelante esta estrategia. Por eso mandó a esta zona al Teniente de Dragones Tomás de Rocamora a organizar el territorio y la defensa regional.

Fue así que Rocamora plantificó en 1783 las villas de San Antonio de Gualeguay Grande, Arroyo de la China (Concepción del Uruguay) y San José de Gualeguaychú.

Las provincias españolas en esta parte del continente lindaron desde el primer día con las colonias que Portugal fomentaba en el Brasil. Los portugueses invadían las tierras de las provincias argentinas, en la región de los ríos, en el interior del Paraguay y de la Audiencia de Charcas.

Llegaron en uno de sus avances hasta edificar una fortaleza en Colonia del Sacramento, en la Banda Oriental, frente a Buenos Aires, desde donde mantenían un activo comercio clandestino con los habitantes de las provincias argentinas.

El debate primitivo sobre el mejor derecho a la conquista del Río de la Plata continuó en el siglo XIX, tras la constitución de los Estados argentino y brasileño, traduciéndose en una constante lucha por la fijación de los límites territoriales.

El Virreinato del Río de la Plata comprendía los territorios que hoy ocupan la República Oriental del Uruguay, la República del Paraguay, la República de Bolivia, la República Argentina y el Estado de Río Grande, que pertenece actualmente a la República de Brasil.

A diferencia de México y Perú, ricos en minerales, donde los españoles instalaron poderosos virreinatos sobre la base de civilizaciones nativas muy desarrolladas, en estas latitudes no había ni oro ni plata.

Se trataba de un gran territorio  mayormente despoblado, el cual fue dividido en intendencias y gobernaciones. En la boca del gran estuario del río de la Plata, Buenos Aires, geográfica y culturalmente distante del resto del territorio, y sede del Virreinato, pronto empezó a ejercer hegemonía peculiar sobre los pueblos, en virtud de su privilegiada ubicación entre las fecundas pampas y las rutas marítimas.

Fue Buenos Aires, justamente, el epicentro de la Revolución de Mayo en 1810,  que depuso al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y nombró a una junta provisional de gobierno que se negó a reconocer a la Junta de Sevilla y a su sucesor el Consejo de Regencia de España e Indias.

Este acontecimiento desató el inicio de la guerra de la independencia argentina, la cual culminó con la disolución del imperio español en estas latitudes.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 13/08/2019 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , ,

El mentor ideológico de la villa San José de Gualeguaychú

Sebastián Malvar y Pinto, evangelizador y político

El mentor ideológico de la villa

Aunque no fue el ejecutor material de la fundación de Gualeguaychú, al obispo Malvar y Pinto le cabe el título de inspirador intelectual. Su gestión preparó la acción posterior de Tomás de Rocamora. Y revela hasta dónde convergían los intereses de la Iglesia Católica y la monarquía española.

Por Marcelo Lorenzo

“Las capillas serán parroquias y junto a las parroquias nacerán villas”. La frase se le atribuye a Monseñor Sebastián Malvar y Pinto. Y allí está contenida toda la alta política de España para esta zona, en el último tramo del siglo XVIII.

Para nuestra actual concepción laica del Estado, la idea es disonante. ¿Qué tiene que ver la creación de una parroquia católica con la organización civil de una población? ¿Acaso no son esferas autónomas y separadas?

Quizá por esto, justamente, la figura del obispo haya quedado en segundo plano durante mucho tiempo, pese al efectivo protagonismo histórico que tuvo. Y acaso porque a cierta historiografía liberal o anticlerical –dominante en el relato del pasado- le haya resultado difícil reconocer los méritos del personaje.

Pero una mirada desprejuiciada sobre la historia, que se coloque en la perspectiva cultural de la sociedad de la época, que prefiera la verdad de los hechos a los recortes ideológicos desde el presente, hallará en Malvar y Pinto al evangelizador y estratega que alentó la fundación de pueblos en Entre Ríos.

Colocar al personaje en su contexto histórico supone, por caso, aceptar que este fraile franciscano no sólo vino en acción pastoral en 1779, sino a cumplir una alta misión política encomendada  por el mismísimo rey Carlos III, quien lo había nombrado obispo de Buenos Aires, una diócesis que abarcaba los actuales territorios de Paraguay, Uruguay y Argentina.

Es preciso entender que Malvar y Pinto no era un clérigo más, con determinada dignidad eclesiástica. También hacía las veces de funcionario político de alta jerarquía en la estructura de poder de la monarquía española.

Y esto en virtud de lo que se conoce como Real Patronato, un conjunto de privilegios y facultades especiales que los papas concedieron a los Reyes de España y Portugal, a cambio de que estos apoyaran la evangelización y el establecimiento de la Iglesia en América.

Simbiosis político-religiosa 

El Patronato fue establecido por las bulas del Papa Alejandro VI en 1493, inmediatamente después de que Cristóbal Colón llegara a las Antillas centroamericanas, y por expreso pedido de los reyes ibéricos.

Hay que pensar que Europa todavía era un bloque católico. Desde el punto de vista religioso la Santa Sede ejercía una fuerte autoridad sobre los príncipes y reyes de la época. Será recién en 1520, con la rebelión del agustino Martín Lutero, que esa hegemonía se empezará a resquebrajar.

El Patronato, que el Papa Alejandro había acordado con Carlos V y Felipe II en el siglo XVI, implicaba que la autoridad real debía autorizar la construcción de iglesias, catedrales, conventos, hospitales, la concesión de obispados, arzobispados, dignidades, beneficios y otros cargos eclesiásticos.

Los prelados debían dar cuenta al rey de sus actos y la Real Audiencia –alto tribunal real de apelaciones de las Indias- era el ámbito en el cual se dirimían los conflictos eclesiásticos.

“El Patronato hizo de la Iglesia del Nuevo Mundo, desde el punto de vista administrativo, una especie de dependencia de la Corona. Todos los obispos, arzobispos, miembros del Capítulo Catedralicio y párrocos eran nombrados por el rey y sus representantes”, señala el profesor Alfredo Castillero Calvo, en ‘Historia General de América Latina’.

El investigador panameño resalta la estrecha dependencia de la jerarquía eclesiástica americana con el monarca, al señalar que no había comunicación directa entre Roma y los obispos de América. “Ésta se efectuaba únicamente por intermedio del rey y el Consejo de Indias”, sostiene.

Esto quiere decir que un obispo de la época respondía política y religiosamente al rey de España. Pero la situación creada por el Patronato generó con el tiempo un avance mayor del poder real sobre la Iglesia.

Fue así que en el siglo XVIII, en tiempos de Carlos III, comienza a aplicarse la “doctrina regalista”. Según el profesor Hugo Rosati, del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, esa estrategia virtualmente subordinó la organización eclesiástica a la Corona.

El regalismo, dice, “concedía al rey de España el derecho a desempeñar la función de vicario general de Dios en la Iglesia americana, a expensa de la autoridad papal. Implicó el traspaso al rey de todos los aspectos de la jurisdicción eclesiástica. Sólo la potestad de orden (facultades sacramentales adquiridas por los clérigos al ordenarse) no podía ser ejercida por el rey, por ser de naturaleza sacerdotal”.

Con el regalismo la mecánica de elección de los prelados ya no necesitaba del visto bueno del Papa. “Mientras antes el rey nombraba a las dignidades eclesiásticas tras recibir una propuesta, ahora podía sustituirlas a su soberana voluntad”, aclara el docente chileno.

El regalismo, en realidad, no derivó de una concesión de la Santa Sede (como lo fue en su momento el Patronato) sino que “fue la resultante de un derecho inherente a la soberanía de los reyes”, explica Rosati, al señalar que se trataba de una doctrina propia del absolutismo monárquico, que en España encarnaba Carlos III.

El legado del obispo 

La aparición de Malvar y Pinto en esta parte del mundo, por tanto, formó parte de una estrategia decidida en la corte de Carlos III, quien estaba empeñado en fortalecer las posesiones españolas en América frente a la amenaza portuguesa.

De hecho el obispo llega dos años después de la creación del Virreinato del Río de la Plata, constituido en 1776 para organizar, bajo una dirección unificada, la defensa de las fronteras.

Se sabe que a poco de desembarcar en Montevideo, en diciembre de 1778, el prelado el lugar de tomar posesión de su cargo en Buenos Aires, decide recorrer su vasta diócesis.

Tras visitar diversos partidos de la Banda Oriental, desde Santo Domingo de Soriano cruza a Gualeguaychú, donde a fines de 1779 inspecciona la capilla pública alrededor de la cual se asentaban unas pocas familias.

Esto le permitió conocer la precaria situación de estos habitantes y el grave problema que enfrentaba a los pequeños propietarios con los grandes terratenientes que querían expulsarlos de sus campos. El obispo concibe la idea de elevar el estatus eclesiástico de la capilla, convirtiéndola en parroquia.

Idéntico temperamento adopta para los otros poblados entrerrianos que visita: Gualeguay y Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay). La idea que había detrás no era sólo religiosa: la existencia de parroquias era una manera de organizar políticamente el espacio.

Abría la alternativa para que los vecinos poseyeran parcelas de terreno en el poblado, lo que era un modo primario de urbanizar, descomprimiendo la disputa entablada por el acceso a la tierra.

Así, en junio de 1780 el obispo Malvar y Pinto pide al virrey que erija parroquias en los tres lugares mencionados (Gualeguaychú, Gualeguay y Arroyo de la China), lo que fue autorizado el 3 de julio de ese año.

La parroquia de San José de Gualeguaychú fue instalada el 2 de marzo de 1781 y abarcaba el territorio entre los ríos Gualeguay y Gualeguaychú.

Algunos historiadores resaltan el hecho de que en este caso la organización del territorio siguió una lógica inversa a la habitual, ya que las jurisdicciones parroquiales precedieron a la fundación de las villas.

Aquí radica el carácter de mentor ideológico de Malvar y Pinto: concibió con antelación la plantificación que haría Tomas de Rocamora, dos años después, el 18 de octubre de 1783. Con lo cual bien podría concluirse que ambos son co-fundadores de Gualeguaychú.

Un hombre con poder 

“El religioso era uno de los más eminentes miembros de la orden de los Franciscanos en España, con importantes vinculaciones en la Corte de Madrid”, así describen a Malvar y Pinto los historiadores locales que redactaron “De Gualeguaychú y su historia. Desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII”.

Refieren, además, que el obispo era de gran inteligencia y “dotado de una clara visión acerca de la situación a la vez difícil y trascendente de la política internacional del momento”.

Y añaden: “Era sin dudas, el personaje adecuado para organizar la zona limítrofe con las colonias portuguesas en América”.

La creación de nuevas parroquias, como base para la plantificación de las villas, es el legado de Sebastián Malvar y Pinto a la comunidad entrerriana. Se está en presencia, por tanto, no sólo de un fraile interesado en la evangelización, sino de un político.

Pero de un político, en virtud del regalismo, que discutía de igual a igual con el virrey y que tenía llegada directa al monarca. Este nivel de influencia se ve en los sucesos que rodearon a la creación de las parroquias entrerrianas.

En efecto, una vez instituidas las parroquias la función de la Corona, a través de su máxima autoridad en el virreinato, era construir las iglesias correspondientes. Como eso no sucedía, Malvar y Pinto llevó sus quejas contra el virrey Juan José de Vértiz, directamente al rey Carlos III.

Eso lo hizo efectivo en una carta fechada el 11 de diciembre de 1780. Lo que originó que el rey, en una misiva del 12 de septiembre de 1781 le ordenara a Vértiz que se ajustara a las disposiciones reales.

Pero éste no fue el único encontronazo entre el obispo y el virrey. De hecho esta puja determinó que Malvar y Pinto sólo estuviera seis años al frente de la diócesis de Buenos Aires.

“Teniendo en cuenta el monarca el estado difícil en el que se encontraban las relaciones del obispo con el virrey, las autoridades de la metrópoli resolvieron descomprimir la situación trasladando a Malvar y Pinto al Arzobispado de Santiago de Compostela, Galicia”, según se lee en ‘Historia de los Obispos’ en la página Web del Arzobispado de Buenos Aires.

De esta manera el fraile franciscano se alejó de esa ciudad el 6 de febrero de 1784.

Reconocimiento local 

Después de mucho tiempo de permanecer en segundo plano, la figura de fray Sebastián Malvar y Pinto ha sido reivindicada por la conciencia cívica de Gualeguaychú. El aporte de investigadores del pasado lugareño y de divulgadores de la obra del obispo, le han hecho justicia.

De hecho el sector de la avenida Parque entre el cuadro de la estación y su intersección con avenida del Valle lleva el nombre de este fraile que nació en San Martín de Salcedo (Pontevedra), el 24 de noviembre de 1730, tomó los hábitos en la orden franciscana a los 17 años, cursó filosofía en el convento de Avilés y se doctoró en teología en la universidad de Salamanca.

En 1783 ganó la cátedra de teología de prima en esa universidad, siendo conceptuado como buen religioso y gran predicador. Aunque se había barajado su nombre como candidato para la diócesis de Quito, finalmente fue nombrado undécimo obispo de Buenos Aires, en diciembre de 1777, luego de que el rey Carlos III lo propusiera a la Santa Sede unos meses antes.

Luego de gobernar seis años la Diócesis de Buenos Aires, regresó a España en 1784 a dirigir el Arzobispado de Santiago de Compostela, ministerio que ocupó durante once años hasta su muerte, ocurrida el 25 de septiembre de 1795.

Sebastián Malvar y Pinto contaba al momento de fallecer 64 años, diez meses y un día. Eso reza la placa que hoy lo recuerda en la parroquia nativa de Salcedo, donde fue bautizado. Allí también -porque era su deseo-, está guardado su corazón en una urna de plomo, a modo de reliquia, en la pared de la capilla mayor.

Sebastian Malvar y Pinto - fuente sociedad econ de Santiago

Fuente de la imagen: Cuadro de la pinacoteca de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de la Ciudad de Santiago (España).

© El Día de Gualeguaychú

 
Deja un comentario

Publicado por en 05/11/2013 en Uncategorized

 

Etiquetas: , , , , , , , , , ,