Todas las vidas son difíciles, pero ante una desgracia no todos reaccionan igual. Se puede sucumbir a ella, dejándose vencer por la adversidad, o se asume una actitud vital de resistencia.
Afrontar los reveses de la vida es algo capital para cualquier persona. La filosofía de la renuncia y la resignación podría conducir, por caso, a una situación en la que uno se abandona ante la dificultad.
Sin embargo hay historias de vida que demuestran que el hombre tiene la capacidad para superar las situaciones más adversas. Este antídoto contra la desgracia se ve en la experiencia de las víctimas de la guerra.
Se deja ver, también, en huérfanos, niños maltratados o abandonados; en mujeres que han padecido violencia machista de sus parejas; en damnificados por catástrofes naturales; en individuos que luchan contra una enfermedad; o en los afectados por experiencias injustas y degradantes.
La psicología ha elaborado el concepto de “resiliencia” para describir esta capacidad humana de superar traumas y heridas. El autor de este término es el psiquiatra francés de origen ruso Boris Cyrulnik, quien conoció el fenómeno en carne propia.
En efecto, él decidió hacerse psiquiatra a los 11 años para entender el trauma que le había provocado el secuestro por parte de los nazis, durante la Segunda Guerra.
Resulta que cuando tenía 6 años, cuatro oficiales alemanes armados rodearon su casa y se lo llevaron detenido. Según cuenta Cyrulnik, tardó en comprender que eso le ocurrió porque era judío.
Este psiquiatra expuso la tesis de que una infancia infeliz no tiene porqué determinar una vida, en un ensayo aparecido en 2001 con el título “Los patitos feos”.
En una reciente entrevista concedida al diario El País (España), el autor explicó que con esa metáfora quiso expresar que a veces nos vemos empujados a un torrente por una desgracia de la vida.
Pero mientras algunos se dejan arrastrar y golpear, otros sin embargo llegan a debatirse y, con un poco de suerte, se ponen de nuevo a flote.
Cyrulnik sostiene que resiliencia indica la capacidad de volver a la vida tras pasar por un trauma. Esta virtud de resistir ayuda, dice, a vencer los determinismos del tipo: “Ha sido maltratado, será un maltratador”.
En su opinión, la vida es inseparable del dolor y del sufrimiento. “No hay biografía sin heridas. Todo el mundo, en mayor o menor medida, atraviesa la vida recibiendo golpes”, señaló.
Las desgracias, en la existencia, son inevitables. Sin embargo, la sociedad occidental hace un gran esfuerzo por instalar la creencia de que la vida sin dolor es posible, de que la felicidad es algo fácil de conseguir.
“Una de las soluciones que nos han propuesto han sido las pastillas. Es una solución falsa, la droga: tome medicamentos para ser feliz”, criticó al respecto Cyrulnik.
Cabe consignar que otros pensadores, en el pasado, han argumentado que la plenitud no se alcanzaba evitando el dolor, sino reconociendo su papel como un paso natural e inevitable en la senda del crecimiento humano.
El filósofo Friedrich Nietzsche (siglo XIX) sostenía, por ejemplo, que el arte de vivir radica en sacar provecho de la adversidad, adelantándose así varios siglos a la formulación de la resiliencia.
“No hay razón para buscar el sufrimiento, pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas; míralo a la cara y con la frente bien levantada”, escribió el autor de ‘Así habló Zaratustra’.
© El Día de Gualegauychú
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