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La tragedia humanitaria de los expulsados en el mundo

Se calcula que más de 100 millones de personas en el mundo tuvieron que abandonar sus hogares por la guerra, el hambre o las persecuciones.

Acorde a la ONU, 23 países experimentaron conflictos de intensidad media y alta en 2021: la población combinada de todos ellos asciende a unos 850 millones de personas.

De hecho, el 69% de las personas refugiadas y desplazadas en el extranjero provenían de solo cinco países: Siria (6,8 millones de personas), Venezuela (4,6 millones), Afganistán (2,7 millones), Sudán del Sur (2,4 millones) y Myanmar (1,2 millones).

Y también de este lado del Atlántico se registran preocupantes violaciones de derechos humanos en otros países como Nicaragua, Haití y Honduras, que alimentan este flujo incesante de desesperados.

La tragedia humanitaria de los refugiados alcanza hoy cifras récord y se ha visto agravada por la guerra en Ucrania. En poco más de cien días unos 7,5 millones de personas cruzaron las fronteras de ese país para salvar sus vidas y otras tantas se vieron forzadas a moverse internamente para huir de la violencia.

El grueso de quienes abandonaron bajo estas condiciones su tierra cruzó a Polonia (3,9 millones), la Federación de Rusia (1,1 millones), Hungría (764 mil), Rumania (642 mil), Eslovaquia (501 mil), Moldavia (498 mil) y Bielorrusia (16 mil).

Los refugiados sufren graves dificultades de integración, fuerte desarraigo y exclusión social. Presentan, asimismo, carencias en su estructura familiar, falta de acceso a la documentación y falta de derechos vinculados a la atención médica básica.

Se ven sometidos a todo tipo de abusos, lo que se convierte en un fermento para la xenofobia, la trata y el tráfico ilegítimo de personas.

Estas personas viven, a veces durante años, en centros temporales, en condiciones de hacinamiento, sin los mínimos servicios acordes a los más básicos derechos humanos.

El asilo es una institución antiquísima, ha sobrevivido por siglos, y gracias a ella se pretende reparar la situación de indefensión en que se encuentran que huyen de la persecución o el peligro.

El filósofo Platón, en Las Leyes, la justifica moralmente en estos términos: “Toda falta cometida contra el huésped es una de las más graves faltas que pueden cometerse contra una divinidad vengadora. El extranjero, de hecho, aislado de sus compatriotas y su familia debe ser el objeto del más grande amor de parte de los hombres y de los dioses. Por ello se deben adoptar todas las precauciones para no cometer ninguna falta contra los extranjeros”.

El desplazado interno es aquella persona que abandonó su lugar de origen por razones similares a las de los refugiados, pero que no ha cruzado una frontera reconocida internacionalmente, es decir, que permanece dentro del mismo Estado.

El problema de los desplazados es que no tienen cobertura legal, están a merced de sus propios gobiernos que, normalmente, son los causantes de su situación o son incapaces de asumir alguna responsabilidad hacia ellos.

Los refugiados, en cambio, están amparados por la comunidad internacional y los asiste el derecho a no ser devueltos. Como sea, unos y otros (desplazados  internos o refugiados) tienen que dejar su lugar de origen a causa de un conflicto (pobreza generalizada, guerra civil, crisis social, desastre natural, etc.).

El drama de los desplazados, según la ONU, obedece en parte al vacío de poder en el mundo y a la falta de políticas globales para resolver o prevenir conflictos.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 23/10/2022 en Uncategorized

 

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El caso de los que no tienen país ni ciudadanía

En el Congreso argentino se debate un régimen especial para las personas apátridas, es decir aquellas a quienes ningún país reconoce como ciudadanos.

La posesión de la nacionalidad es esencial para la participación plena en sociedad y un requisito previo para el disfrute de muchos derechos fundamentales.

Se entiende, entonces, el drama de los que no son reconocidos por ningún país como ciudadanos. Es gente que, al no tener nacionalidad, pena por un acceso mínimo a la protección legal e internacional o a derechos básicos tales como la salud y la educación.

En realidad la “apatridia” –así se le llama a esta condición- se trata de un problema masivo que afecta a unos 10 millones de personas en el mundo.

Según la Convención sobre el Estatuto de los Apátridas de las Naciones Unidas, firmada en Nueva York el 28 de septiembre de 1956, el apátrida es cualquier persona a la que ningún Estado considera destinatario de la aplicación de su legislación.

Algunos sufren arrestos porque no pueden probar quiénes son ni de dónde vienen. Al no ser ciudadanos de ningún país, con frecuencia se les niegan derechos básicos, como recibir atención médica, conseguir un empleo calificado, votar en elecciones, entrar y salir del territorio o inscribir a sus hijos en las escuelas, entre otras restricciones.

En el país está vigente la Convención sobre el Estatuto de los Apátridas, el tratado internacional al que Argentina adhirió en 1972. Sin embargo, ese pacto nunca se reglamentó ni se ajustó la normativa local.

En la actualidad se desconoce cuántos apátridas migrantes hay. No existen números ni cifras estimadas porque faltan los mecanismos para identificarlos.

Ante este vacío legal se discute en la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto, una iniciativa presentada por la diputada radical Karina Banfi, en colaboración con la oficina regional del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), para la sanción de un régimen especial de reconocimiento y protección para las personas apátridas.

“La ley está orientada a definir quién es considerado apátrida, cuáles son sus derechos, permite brindar protección y asistencia, elabora un protocolo para los apátridas que no son refugiados y otorga facilidades para su naturalización”, sostuvo a la prensa Juan Ignacio Mondelli, oficial regional del Acnur. “Es un vacío legal que la Argentina tiene hace 46 años”, señaló.

Por otro lado, el problema de la apatridia cobró actualidad en América Latina en 2014, con ocasión de la cumbre Cartagena+30, en la que los gobiernos latinoamericanos se reunieron en Brasilia y pusieron como objetivo erradicar este problema humanitario.

Se puede caer en la condición de apátrida por distintas razones. Por ejemplo le cabe a aquella persona que poseía la nacionalidad de un Estado que ha desaparecido, no creándose en su lugar ningún Estado sucesor.

La disolución de estados como la Unión Soviética, Yugoslavia o Checoslovaquia y la formación de nuevos Estados, el traspaso de territorios y el nuevo trazado de fronteras fueron las principales causas de apatridia en las últimas décadas.

En otras latitudes la apatridia es un auténtico drama masivo y humanitario. En ese grupo están los musulmanes rohingya, uno de los pueblos más perseguidos del mundo. En Birmania (Myanmar), su tierra, a los rohingya se les prohíbe casarse o viajar sin permiso de las autoridades, y no tienen derecho a poseer tierras o propiedades.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 10/02/2019 en Uncategorized

 

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Ser migrante y el fantasma del rechazo

De los seres humanos se ha dicho que integramos una “especie migratoria”. Los desplazamientos de pueblos han sido constantes desde la prehistoria, pero en la actualidad han adquirido un dramatismo creciente.

Las grandes etapas de la historia de la humanidad están inseparablemente ligadas a otras tantas etapas en la historia de las migraciones humanas. De hecho, los grandes desplazamientos humanos han sido el motor decisivo en las sucesivas oleadas de globalización que han tenido lugar a lo largo del tiempo.

Nuestras actuales sociedades pluriétnicas y pluriculturales reflejan la mixtura provocada por los movimientos constantes y permanentes de las personas.

Los grupos humanos, más allá de la tendencia a replegarse sobre sí mismos, han interactuado con los “otros”, produciendo otra realidad humana. Aunque muchas veces la pareja identidad-otredad ha estado signada por la intolerancia y la exclusión.

En efecto, así como a nivel individual el descubrimiento que el “yo” hace del “otro” supone una representación no exenta de peligros, en el sentido de que puede ser visualizado como un enemigo, algo parecido ocurre con los grupos humanos.

La mirada del “nosotros” sobre “ellos” puede ser etnocéntrica, es decir cargada de superioridad tribal, autosuficiente y discriminatoria. De esa manera, quien debe abandonar su tierra, casi siempre forzado por las circunstancias, y entrar en una sociedad extranjera, se expone a esta violencia cultural de los residentes.

La última gran oleada migratoria ha tenido lugar en las últimas décadas, tras la aparición de las nuevas tecnologías del transporte y de las comunicaciones, el final de la Guerra Fría y el comienzo de la sociedad global.

Un rasgo marcado del actual contexto es el desequilibrio económico entre el Norte y el Sur, e incluso dentro de los países del Norte. Y esto se ha unido a un desequilibrio demográfico de signo inverso: crece la población en los países pobres, en tanto que desciende en los países ricos (baja natalidad y mayor envejecimiento).

Por esta razón el ciclo migratorio ha cambiado el sentido: si en el siglo XIX iba  de los países europeos a las colonias o ex colonias ultramarinas, ahora la población de las zonas pobres del planeta presiona sobre los países ricos: Europa Occidental, Estados Unidos, Australia o Nueva Zelandia, por ejemplo.

La migración ha crecido de manera notable desde el comienzo de este siglo y se calcula que en la actualidad unas 232 millones de personas buscan en países distintos al suyo nuevas oportunidades para mejorar su vida.

Las Naciones Unidas (ONU) establecieron el 18 de diciembre como el Día Internacional del Migrante, para crear conciencia alrededor de los derechos que les asisten a los que migran.

Una persona puede abandonar su país por diversos motivos. Normalmente el interés económico ha tenido una importancia primordial. El sujeto que migra percibe que encontrará en otro sitio empleo, mejores niveles de salarios y posibilidades de ascenso social.

La Argentina es un país forjado en las corrientes migratorias. El período desde las últimas décadas del siglo XIX hasta 1914, se caracterizó por la entrada de grandes contingentes de extranjeros, provenientes sobre todo de Europa.

Esa gente, que venía en busca de paz y prosperidad, se incorporó rápidamente al país, y gracias a su trabajo de la tierra y en las industrias, con el bagaje de conocimientos y experiencias que trajeron, ayudaron a crear la Argentina moderna.

 

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Publicado por en 31/12/2017 en Uncategorized

 

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Ser migrante, en un mundo convulso

De los seres humanos se ha dicho que integramos una “especie migratoria”. Los desplazamientos de pueblos han sido constantes desde la prehistoria, pero en la actualidad han adquirido un dramatismo creciente.

Probablemente la humana sea la más migratoria de las especies, pues ha sido capaz de desplazarse y adaptarse a los ecosistemas más diversos. Se ha dicho con razón que el hombre no tiene raíces sino pies.

Eso significa que no está sujeto a la tierra como los árboles, sino que se mueve de un lugar a otro. La propia constitución anatómica, por tanto, revela que el hombre fue hecho para andar y correr erguido a través de largas distancias.

El homo sapiens es un “homo viator”, es decir alguien que no se estaciona en un solo lugar sino que peregrina, que siempre está en movimiento tratando de hallar algo mejor en su camino.

Las grandes etapas de la historia de la humanidad están inseparablemente ligadas a otras tantas etapas en la historia de las migraciones humanas. De hecho, los grandes desplazamientos humanos han sido el motor decisivo en las sucesivas oleadas de globalización que han tenido lugar a lo largo dl tiempo.

La última gran oleada migratoria ha tenido lugar en las últimas décadas, tras la aparición de las nuevas tecnologías del transporte y de las comunicaciones, el final de la Guerra Fría y el comienzo de la sociedad global.

Un rasgo marcado del actual contexto es el desequilibrio económico entre el Norte y el Sur, e incluso dentro de los países del Norte. Y esto se ha unido a un desequilibrio demográfico de signo inverso: crece la población en los países pobres, en tanto que desciende en los países ricos (baja natalidad y envejecimiento).

Por esta razón el ciclo migratorio ha cambiado el sentido: si en el siglo XIX iba  de los países europeos a las colonias o ex colonias ultramarinas, ahora la población de las zonas pobres del planeta presiona sobre los países ricos: Europa Occidental, Estados Unidos, Australia o Nueva Zelandia, por ejemplo.

La migración ha crecido de manera notable desde el comienzo de este siglo y se calcula que en la actualidad unas 232 millones de personas buscan en países distintos al suyo nuevas oportunidades para mejorar su vida.

Las Naciones Unidas (ONU) establecieron el 18 de diciembre como el Día Internacional del Migrante, para crear conciencia alrededor de los derechos que les asisten a los que migran.

Una persona puede abandonar su país por diversos motivos. Normalmente el interés económico ha tenido una importancia primordial. El sujeto que migra percibe que encontrará en otro sitio empleo, mejores niveles de salarios y posibilidades de ascenso social.

El sociólogo Zigmunt Bauman, al criticar el actual sistema económico mundial, postula que las víctimas de la desigualdad social son los migrantes. Son ellos, dice, los nuevos “residuos humanos”.

“El ordenamiento –afirma- hace que algunas personas sean ‘inadecuadas’. Son un ‘descarte social’ al que la sociedad es incapaz o reacia de darle cabida (…) Los migrantes son el principal ‘residuo humano’ del nuevo contexto global. También son un tipo de residuo potencialmente tóxico para el cual todavía no se han diseñado plantas de reciclaje”.

Otros factores que inducen a emigrar son las guerras, los conflictos políticos-sociales y las persecuciones religiosas. Actualmente Europa lidia con la crisis migratoria y humanitaria más grave, después de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de un flujo descontrolado de población proveniente de África y de Medio Oriente.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 01/01/2016 en Uncategorized

 

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