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Qué hay detrás de la fascinación por la astrología

Desde hace décadas en Occidente es un boom la práctica de adivinar la personalidad y el futuro a partir de la posición del Sol y de otros cuerpos celestes, un fenómeno que tiene perplejos a los científicos y a los religiosos.

La influencia de los astros vive una época dorada, con grandes inversiones de dinero en apps con millones de seguidores cada vez más jóvenes. El dato es que va in crescendo el universo de personas que planifican sus días siguiendo las indicaciones del zodíaco.

Los ejemplos abundan en los medios de comunicación. Por ejemplo, a pocas semanas del inicio del Mundial Qatar 2022, informan que la “carta natal” de la Argentina proporciona información sobre las energías que van a estar influyendo en la selección dirigida por Scaloni.

Según el astrólogo Fernando Tarragona, “el tránsito del asteroide Argentina o 469, que nosotros lo tenemos bien pegadito al Sol, va a estar en conjunción a Júpiter”, lo cual puede interpretarse como un buen augurio para Lionel Messi y el resto del equipo, pues este planeta “habla de crecimiento, expansión”.

La historia de la fama vertiginosa y el prestigio de la astrología en las sociedades contemporáneas sigue sorprendiendo. Cabe decir que la esperanza de poder conocer el futuro ha sido siempre popular entre los ricos y poderosos -reyes, príncipes e incluso papas- sobre todo a partir del Renacimiento.

Pero en las últimas décadas ha logrado mayor alcance, especialmente entre las clases medias urbanas adheridas a la espiritualidad New Age, que rechazan las religiones colectivas duras como el catolicismo, el judaísmo o el islamismo.

Desde la explosión “ocultista” ocurrida a fines del siglo XX, es decir desde el regreso en Occidente de la magia, la alquimia, el yoga, el hermetismo y demás ciencias antiguas y “prohibidas”, ninguna ha alcanzado tanta popularidad como la astrología.

El horóscopo triunfa en todos lados, aprovechando las actuales plataformas digitales. Al parecer, hay suficiente trabajo para mantener a cientos de miles de astrólogos con dedicación completa las veinticuatro horas del día. Y se habla, de hecho, del “negocio” millonario del zodíaco.

¿Cómo explicar un éxito tan fantástico? ¿A qué se debe la atracción por la astrología, sobre todo entre los más jóvenes? ¿Cumple acaso esta práctica una función parareligiosa, es decir es un sustituto ante el vacío dejado por las iglesias tradicionales, en declive desde hace tiempo?

Por lo pronto, la comunidad científica le ha declarado la guerra a la astrología, a la que acusa de “pseudociencia”, distinguiéndola de la astronomía, ciencia encargada de estudiar las propiedades físicas y químicas de los cuerpos celestes, así como la forman en la que éstos van evolucionando a través del tiempo.

“Objeciones a la astrología” es un manifiesto redactado en 1975 y firmado por 200 científicos de todo el mundo, 19 de ellos ganadores de un premio Nobel. Su propio título ya indica cuál es su objetivo.

El historiador de las religiones Mircea Eliade, en su libro “Ocultismo, brujería y modas culturales”, sugiere que no hay que subestimar la fascinación por la astrología, señalando que la predestinación cósmica por lo pronto le aporta al individuo un sentido de seguridad frente a la visión científica según la cual el cosmos es producto del azar.

Además, dice Eliade, mucha gente prefiere obedecer las instrucciones del horóscopo, sabiendo que así se siente en armonía con el cosmos, en lugar de verse enfrentada a los problemas teológicos relativos a la existencia del mal, de un Dios personal o transpersonal, o al enigma de la creación.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 20/11/2022 en Uncategorized

 

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Futurólogo, el oficio de pronosticar lo que viene

Profetas, adivinos, meteorólogos, tarotistas, analistas políticos, son algunas de las actividades que prometen develar los secretos del devenir.

“Conjunto de estudios que pretenden predecir lo que va a ocurrir en el futuro, mediante técnicas adivinatorias y utilizando cierta sistemática”. Así define el diccionario a la “futurología”.

Se sabe que el hombre antiguo fue muy sensible a conocer lo que le deparaba el destino. Por eso la costumbre de consultar a astrólogos y adivinos. Era hábito entre reyes y emperadores, por ejemplo, escuchar a los oráculos y los arúspices del templo.

Lo hacían muchas veces para neutralizar sombríos augurios que les hacían los profetas más severos. Estos últimos, en tanto, también predecían lo que ocurriría, según supuestas revelaciones divinas.

En la antigüedad, las profecías jugaban un papel muy importante. La omnisciencia de los dioses era capaz de anunciar los sucesos del futuro y ofrecer consejos para actuar en consecuencia.

Los profetas del Antiguo Testamento eran bien conocidos en la sociedad hebrea. El hecho de que sus libros fueran incluidos en la Biblia ofrece una idea de hasta qué punto la gente de la época prestaba atención a los emisarios de Dios.

Los oráculos griegos, en tanto, constituyeron un aspecto fundamental de la religión y de la cultura griega. Era la respuesta dada por un dios a una pregunta personal, concerniente generalmente al futuro, como método de adivinación.

El oráculo de Delfos, situado en un gran recinto sagrado del templo consagrado al dios Apolo fue uno de los principales de la Antigua Grecia.

Por lo general, los pronosticadores tenían la prudencia de no hacer profecías demasiado precisas, para que los hechos no las desmintieran brutalmente. Expresarse con ambigüedad, en términos indescifrables, generaba dificultades a la hora de interpretación.

De esta manera, no son los pronosticadores los que se equivocan, sino que la responsabilidad recae sobre la interpretación que se haga de sus palabras. Si la profecía no coincide con la realidad, es porque no se la entendió.

Hoy día, aún se cita a Nostradamus, el adivino más famoso de todos los tiempos, que vivió entre 1503 y 1566. Nostradamus escribía en verso, manejaba muy bien el marketing de la época y sabía a la perfección cómo escenificar sus visiones.

Su punto fuerte eran las predicciones sobre cambios en el mundo. Según sus discípulos, predijo la bomba de Hiroshima.

La adivinación es una actividad floreciente en la actualidad. Hay empresas dedicadas a ello que reciben al año más de un millón de llamadas que solicitan conocer el futuro.

Al respecto sobresale la cartomancia, un arte de lectura antiguo por medio de una baraja de naipes u otro tipo de cartas como el tarot.

Hay futurólogos profesionales dedicados a predecir lo que pasará en el mundo de los negocios y en el mundo del poder. Se trata de los gurúes económicos y los analistas políticos, oficios que suelen ser muy bien remunerados, más allá de sus escasos aciertos.

Hay académicos consultores que pronostican la marcha del mundo. En los ‘90 sobresalió  Francis Fukuyama, quien con la caída del Muro de Berlín llegó a hablar del “fin de la historia”, en relación a la hegemonía definitiva de la democracia liberal capitalista.

Entre los científicos pronosticadores están los meteorólogos, quienes usan observaciones y modelos informáticos para comprender y predecir el comportamiento del tiempo y del clima.

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 20/09/2021 en Uncategorized

 

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Las artes adivinatorias o el retorno de los brujos

Desde antiguo el hombre se ha inclinado por leer el futuro, una práctica esotérica en boga en plena civilización técnica.

El dato es que en la era tecnológica, cada vez hay más gente afecta a las artes adivinatorios, desde las cartas españolas hasta el I Ching, pasando por el Tarot, la lectura de la borra del café, la astrología y todas las formas de percepción extrasensorial

De algo oculto y secreto, que pasó de boca en boca durante varios siglos, hoy, el esoterismo vive una especie de renacimiento, sobre todo en las ciudades grandes. Según los antropólogos, se trata de una “psicología silvestre” para manejar la incertidumbre de época.

El ocultismo, es decir la creencia en fuerzas ocultas, a las que se puede acceder a través de prácticas mágicas, es parte de una moda espiritual que explota la industria editorial, al tiempo que está presente en el mundo online.

Algunos analistas sitúan el origen de esta nueva fascinación por los fenómenos paranormales con la aparición en 1960 de “El retorno de los brujos”, el libro de Louis Pauwels y Jacques Bergier.

Civilizaciones desaparecidas, mentes de otros mundos, poderes interiores desconocidos, sociedades secretas y mutaciones de la inteligencia, son algunos de los temas de este clásico de la literatura esotérica.

Dentro de este mundo mágico se inscribe la adivinación, una práctica que se pierde en la noche de los tiempos, pero que fue fuertemente combatida por el cristianismo, que históricamente la asoció a la invocación demoníaca.

El arte de adivinar por medios diversos (harinas, huesos, caracoles, naipes, etc.) se llama “mancia”, un término que proviene del griego “manteia” (que significa adivinación).

Entre los paganos la adivinación era parte de su religión. Pueblos antiguos como los caldeos, los babilonios o los árabes, utilizaban estas técnicas para hacer predicciones. A los adivinos acudían personas de todo tipo para recibir consejo y una guía para las decisiones importantes que tenían que tomar en sus vidas.

Las adivinaciones se hacían antiguamente invocando distintas cosas. Eran muy populares la oniromancia o interpretación de los sueños; los augurios o adivinación con base en el vuelo de las aves; los presagios como origen de la observación deductiva de los antepasados.

Las personas a las que se atribuye la capacidad de anticipar acontecimientos futuros o descubrir cosas ocultas suelen estar revestidas, según cada cultura y sociedad, con alguna cualidad especial, bien sea innata (“tener don”) o adquirida mediante alguna iniciación.

Estos “brujos”, según la acepción popular, utilizan distintos soportes para sus videncias: números y dados (aritmomancia), cartas (cartomancia), llamas o fuego (piromancia), las palmas de la mano (quiromancia), cadáveres (necromancia), agua (hidromancia),  tierra (geomancia),  éter (astrología),  libros (blibliomancia), espejo (catoptromancia), entrañas humanas (antropomancia), ente otros elementos.

Hoy por hoy, la videncia se practica abiertamente en la mayoría de sociedades occidentales a través de consultas o mediante medios telefónicos.

Jurídicamente se considera bajo el amparo de la libertad de creencias protegida como derecho fundamental por la mayor parte de legislaciones democráticas.

Las iglesias cristianas condenan las artes adivinatorias, argumentando que expresan una curiosidad desordenada por conocer el futuro, al tiempo que están expresamente prohibidas en la Biblia

 

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Publicado por en 30/10/2018 en Uncategorized

 

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Esoterismo: auge de un viejo fenómeno

Al hombre siempre le han atraído la magia y las ciencias ocultas, acaso por su deseo innato de trascendencia. Lo curioso es que en plena era tecnológica, cada vez más gente se entregue a prácticas esotéricas y acuda a las artes adivinatorias.

Desde las cartas españolas hasta el I Ching, pasando por el Tarot, la lectura de la borra del café, la astrología y todas las formas de percepción extrasensorial, tienen un lugar privilegiado en la cultura urbana posmoderna.

Las mancias o el arte de adivinar el porvenir por medios diversos responden a la inclinación primitiva de apoderarse de la “sabiduría de los dioses”. Se trata de una práctica antigua, pero que hoy vive una especie de renacimiento.

El fenómeno está presente en todos lados y de muchas formas. Abundan, por caso, los programas de radio y televisión donde el público acude a un especialista (tarotista, astrólogo, brujo, etc.) para develar su futuro o para encontrar soluciones a sus problemas.

El ocultismo, es decir la creencia en fuerzas ocultas, a las que se puede acceder a través de prácticas mágicas, es parte de una moda espiritual que explota la industria editorial, al tiempo que está presente en el mundo online.  Nicolás Viotti, antropólogo y sociólogo de Flacso e investigador del Conicet, vincula el fenómeno con “la gente interesada en una psicología silvestre” cuyo objetivo es lidiar con la incertidumbre.

El especialista dice que está relacionado al “esoterismo”. Así se llama a la creencia en un conjunto de doctrinas y prácticas cuyo conocimiento y transmisión está reservado a un círculo de iniciados.

Pero actualmente estos saberes secretos han dejado de ser patrimonio de unos pocos para ponerse al alcance del público masivo a través de los medios de comunicación.

En diálogo con el diario ‘La Nación’, Viotti sostuvo que esta cultura esotérica encuentra sus raíces en Argentina con la inmigración francesa y española en el siglo XIX, sobre todo con el movimiento teosófico.

Este movimiento fue inspirado en la obra de Madame Blavatzki, quien fundó junto con el británico Mayor Olcott la Sociedad Teosófica en 1875. La teosofía pretende recapitular las nociones espirituales ancestrales, dándole preponderancia al saber Oriental (sobre todo de la India).

Algunas de sus características son: busca acercarse a lo espiritual mediante prácticas espiritistas y mediúmnicas; transmite antiguo saber iniciático; mantiene secreto el conocimiento espiritual (esoterismo).

Se vincula a la teosofía con un movimiento espiritual más antiguo y precristiano, el gnosticismo, para el cual el hombre se redime o salva apelando al conocimiento.

Viotti también cree que el auge del esoterismo es una cuestión generacional. “Los que tienen entre 20 y 40 años viven un cambio cultural y tienen otra relación con la religión”, refirió al tiempo que sostuvo que estas prácticas son religiosas, aunque  “más flexibles, más íntimas, menos dogmáticas”.

Para el psicólogo Miguel Espeche la expansión de la astrología y las demás mancias se vincula con el manejo de certezas: “Existe una necesidad de dominar el destino porque no se acepta la incertidumbre. Las prácticas esotéricas generan alivio”.

El cristianismo siempre rechazó estas prácticas –y de hecho en la Biblia abundan pasajes contra ellas- por entender que son propias de la mentalidad pagana y están inspiradas en el demonio.

Los teólogos cristianos sostienen que el esoterismo y el ocultismo son expresiones de un movimiento filosófico y religioso más amplio llamado Nueva Era o New Age.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 13/12/2015 en Uncategorized

 

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