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El lecho de Procusto, metáfora imperecedera

30 Oct

Los mitos siempre han sido fuente de conocimiento. Su lenguaje metafórico ayuda a comprender la raíz del comportamiento humano, que suele mostrarse en muchos aspectos fijo e inmutable.

Del mitro griego de Procusto, por ejemplo, se han desprendido fecundas tesis filosóficas y psicológicas. También conocido como Damastes, cuyo nombre significa estirador, este personaje era un cruel posadero que invitaba a sus víctimas a dormir en una de sus dos camas, una muy pequeña y otra muy grande.

A quienes por su tamaño excedían la cama, les cortaba los pies o la cabeza para amoldarlos. A los diminutos, los descoyuntaba para hacerlos coincidir con su catre de torturas.

Procusto muere cuando aparece Teseo, quien lo enfrenta y lo lleva a caer en una trampa, al lograr que el posadero se acueste en su lecho, haciéndole probar su propia medicina.

Este personaje de la mitología ha devenido en una metáfora universal para describir algunos rasgos anómalos de la conducta humana. Su manía de hacer “encajar” a sus huéspedes a las medidas de su lecho, es un símbolo de quienes pretenden acomodar la realidad a sus propios parámetros.

El mito le cabe a todos los que pretenden acomodar siempre la realidad a sus intereses o a su particular visión de las cosas. Y en este sentido, ¿quién no ha actuado alguna vez como Procusto al hacer un uso arbitrario sesgado y autoritario de la información para confirmar creencias previas o ciertas hipótesis?

Los seres humanos, sobre todo los llamados “intelectuales”, o que se precian de tales, suelen caer en la tentación de deforman los hechos para hacerlos encajar, aún forzando su naturaleza, en cierto patrón ideológico.

La alegoría se aplica principalmente a aquellos dogmáticos, fanáticos o ideólogos, que se empeñan en ajustar de un modo forzado y violento una idea determinada a su propio criterio o a una norma preestablecida.

“Si la realidad contradice mis ideas, peor para la realidad”, es la máxima que adoptan aquellos que siempre quieren tener razón y no están dispuestos a cambiar el modo de pensar aunque los hechos los desmientan todo el tiempo.

El mito de Procusto ayuda a entender que somos intelectualmente falibles y que nuestras representaciones del mundo suelen estar teñidas de juicios previos infundados (prejuicios).

La moraleja es que todos debemos aprender a no interpretar según nuestro patrón ideológico, al precio de sacrificar la realidad misma. En psicología, en tanto, se ha explotado otro significado del mito y entonces se habla del síndrome de Procusto para hacer referencia a la intolerancia a lo diferente.

La obsesión del posadero Procusto por uniformar el cuerpo de sus huéspedes a su lecho simboliza así al sujeto que quiere hundir a todo aquel es mejor que él, pudiendo convertirse en un tirano implacable si tiene mucho poder.

Este síndrome es muy común en los ambientes profesionales y domésticos por la presencia de individuos con personalidad egocéntrica, que tienen miedo a ser superados y entonces procuran impedir el ascenso de los más talentosos o inteligentes.

Procusto simboliza a quienes pretenden que todos seamos iguales, “cortados por la misma tijera”, para que nadie sobresalga. Esta gente es manipuladora y, en general, alérgica a la diversidad.

Básicamente no toleran lo que se aleja de la uniformidad de su propio modelo. Y sobre todo no toleran que otras personas destaquen más que ellos. Se diría, en suma, son personas corroídas por la envidia, algo que las convierte en tristes, amargadas y resentidas.

 

© El Día de Gualeguaychú

 
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Publicado por en 30/10/2018 en Uncategorized

 

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